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PANTERA NEGRA Y LA CAUSA AFRODESCENDIENTE



Black Panther (Pantera Negra) la película del director Ryan Coogler que está causando furor en el mundo y que, a escasos días desde su estreno, ya ha recaudado cerca de cuatrocientos cuatro millones de dólares, resultó ser muy diferente a los tradicionales films de súper héroes a los cuales nos tienen acostumbrados los estudios Marvel.


¿Qué la hace tan particular? Por una parte, su representación históricamente correcta con respecto a África, en el sentido de mostrarla como la cuna de grandes civilizaciones (imperios y reinos); visión diametralmente opuesta a la perspectiva eurocéntrica, según la cual se trataría, desde siempre, de un lugar plagado de enfermedades, conflictos étnicos y pobreza extrema. Por otra parte, su alto contenido político, al sugerir ideas vanguardistas como que África posee el potencial de jugar un papel predominante en el tablero global al punto de cambiar la balanza de poder; premisa que, si bien el mundo parece ignorar, grandes potencias como China, EEUU e Israel tienen muy clara.


En este sentido, su contenido apela a la conciencia de la comunidad afrodescendiente como ninguna otra producción hollywoodense lo ha logrado. Desde Los Ángeles hasta Brasilia, pasando por Bogotá hasta llegar a Nairobi, diferentes organizaciones y activistas se han dado a la tarea de recolectar fondos para lograr que la mayor cantidad posible de niños y adolescentes accedan a las salas de cine a disfrutar de la película.


Y es que la conexión con las grandes masas de afrodescendientes viene dada por la simbología; la seductora representación del africano como un ser orgulloso, digno y poderoso con el cual resulta muy fácil identificarse. Black Panther nos muestra una cara del hombre y la mujer negros que el mundo occidental suele invisibilizar, en el mejor de los casos, y cubrir con máscaras estereotípicas más de las veces (delincuentes, prostitutas, personas improductivas e indeseables para la sociedad). De allí el rápido calado de personajes como el joven Rey T’Challa/Pantera Negra, soberano de Wakanda (Rey, Sacerdote, Jefe de Estado y protector de la nación), Nakia (hermosa activista y guerrera cuyo coraje y liderazgo cautivan al rey), Okoye (valiente y sagaz generala de la guardia real Dora Milaje); cuerpo de combatientes compuesto exclusivamente por mujeres, en clara alusión a las legendarias Amazonas de Dahomey. Todos ellos orgullosos, fuertes y dignos; atributos rara vez asociados a la concepción del hombre y la mujer afrodescendiente en la cosmovisión occidental.


El Decenio Internacional Afrodescendiente de las Naciones Unidas, iniciativa concebida para la reivindicación material y moral de la diáspora africana a nivel mundial, contempla tres ejes bien diferenciados: reconocimiento, justicia y desarrollo, orientados a promover y proteger los derechos humanos de dicha población. En tal sentido, bien pudiera contextualizarse a Black Panther en el primero, por cuanto ha generado un fenómeno de masas que puede contribuir a la creación de una conciencia colectiva, en las nuevas generaciones, con respecto al legado de África para la humanidad y su potencial a futuro.


La representación de un grupo étnico o una identidad nacional en los medios de comunicación, desde siempre, ha tenido un efecto catalizador tanto en la sociedad, en general, como en los miembros de los grupos en cuestión. Por ello, la primera labor del colonizador en África y luego en América fue la introyección de la inferioridad en la mente del nativo y la justificación de tal condición, a través de la producción ideológica (doctrinas religiosas y tratados pseudo-científicos) que fijasen dicha premisa, en el imaginario colectivo, como una verdad inexorable. Ello resultaba imperiosamente necesario para la dominación y vendría a generar un complejo de inferioridad que sería reforzado, hasta nuestros días, por el modelo de sociedad eurocéntrica, constituyendo la herencia ideológica del colonialismo.


Por tal razón resulta irónicamente refrescante que, en el seno de la misma cultura pop, propia del sistema opresor y supremacista occidental, se dé un fenómeno que manifiestamente contradiga la estructural ideología del Racismo y su inherente sesgo anti-africano. Black Panther (aparentemente una trivial película de súper héroes) envía un mensaje poderoso a la más inusual de las audiencias: jóvenes (en su mayoría afrodescendientes) entre los 12 y 30 años, quienes no necesariamente poseen una conciencia étnica a pesar de ser víctimas de discriminación estructural, particularmente en Estados Unidos y Europa. La película le habla directamente a este importante sector demográfico, desde la simbología y la semiótica, con conceptos tan preclaros que parecieran tomados de la literatura de Aimé Cesaire y Frantz Fanon: 1) Ser negro es motivo de orgullo, 2) Provenimos de una casta de reyes, 3) Somos poderosos, 4) La mujer negra es fuerte, valiente y líder por naturaleza, 5) África posee el potencial para cambiar el mundo.


La idea de una África poderosa, unida y con fuerza para inclinar la balanza de poder en el tablero global ofende y atemoriza a no pocos sectores del establishment. Seguramente es esta la causa de la invisibilización de realidades tan determinantes como el hecho de que el continente madre posee la población más joven del mundo, con una media de 19 años, de cara a una población global que tiende al envejecimiento con todos los problemas socio-económicos que ello implica para los Estados. Probablemente, una de las verdades que más desee Occidente silenciar con respecto a África sea su potencial para cambiar la infraestructura financiera internacional, al tratarse de uno de los más importantes productores de oro del mundo. Más allá de las limitaciones políticas, ¿resulta acaso descabellada la posibilidad de lograr un consenso intracontinental que dé lugar a una moneda común africana respaldada en oro?


En Black Panther, uno de los planteamientos más lapidarios es la decisión de la “presuntamente irrelevante” nación de Wakanda de abrirse al mundo y cooperar con la expresa intención de asegurar su supervivencia y, al mismo tiempo, brindar asistencia a la diáspora africana; precisamente el sector más depauperado de la población mundial; lo cual ciertamente es una consecuencia histórica del colonialismo y la Trata Transatlántica, tanto en la narrativa del film como en el mundo real. La irrelevancia de Wakanda es sólo aparente; por cuanto se trata de un reino que posee recursos minerales que supo transformar en riqueza a través de la ciencia, tecnología e innovación; dejando muy atrás la sola idea de lucrarse con la mera venta de commodities (materia prima); rasgo característico de los países periféricos, constituyéndose, a todas luces, en una potencia central.


Ante el provocativo debate impulsado por Black Panther, resulta imposible no evocar la rueda de prensa conjunta de los presidentes de Francia, Emmanuel Macrón y de Ghana, Nana Akufo-Addo, en el Palacio Presidencial ubicado en la capital ghanesa – Acra, el pasado 02 de diciembre de 2017, en ocasión de la visita de Estado que dispensara el mandatario europeo. Al enfatizar la necesidad de la cooperación internacional como medio para el desarrollo de las naciones africanas, Macrón fue confrontado por un contundente Akufo-Addo con un discurso de tal significación que llegó a viralizarse en los medios de comunicación: “No podemos seguir haciendo política, para nosotros mismos, en nuestro continente, sobre la base de cualquier apoyo que el mundo occidental, Francia o Europa hayan de brindarnos” espetó el Jefe de Estado ghanés ante su visiblemente incómodo homólogo.


Continuó diciendo: “Tenemos que liberarnos de la mentalidad de dependencia. Esta mentalidad de ¿qué puede hacer Francia por nosotros? Francia hará lo que quiera hacer en función de su propio interés y cuando éste coincida con el nuestro, tant mieux (tanto mejor) como dicen los franceses. Nuestro enfoque debe centrarse en lo que necesitamos hacer, en este siglo 21, para deslastrar a África de la mendicidad y la súplica por caridad y dádivas. El continente africano, cuando miramos sus recursos, debería estar dándole dinero a otros. Hemos de tener una mentalidad que nos diga ¡sí podemos hacerlo! y una vez que eso ocurra encontraremos nuestra propia liberación”.


De manera inusual e inesperada, se ha generado una oportunidad para impulsar el debate sobre la relevancia y enormes potencialidades de África y su sexta región (la diáspora) entre los más jóvenes. Esperemos que sea aprovechada y capitalizada por la sociedad civil, educadores intelectualmente honestos y otros formadores de opinión como un paso hacia la elevación de la conciencia y el verdadero empoderamiento de los afrodescendientes.

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