THOMAS SANKARA: RETRATO DE UN VERDADERO REVOLUCIONARIO
“Somos herederos de las revoluciones del mundo”
Thomas Sankara
Durante el primer lustro de la década de los 80, en pleno contexto de la Guerra Fría, los medios de comunicación franceses, estadounidenses y soviéticos daban cuenta de fenómenos nunca antes vistos en África: el pequeño Estado, recién bautizado como Burkina Faso (Tierra de hombres dignos) ubicado al occidente del continente madre, brindaba plena protección y trato igualitario a las mujeres, quienes, incluso ocupaban altas posiciones en el gobierno y las fuerzas armadas. La Organización Mundial de la Salud (OMS) reconoció el enorme esfuerzo de este país en la vacunación de 2,5 millones de ciudadanos y, al mismo tiempo, la campaña de alfabetización burkinés alcanzaba a más del 90% de la población. ¿Qué estaba ocurriendo? ¿No se suponía, acaso, que los países africanos eran sinónimo de atraso y barbarie?
Ciertamente, la visión eurocéntrica del mundo impedía la concepción de semejantes logros fuera de Europa “cuna de lo más bello y más hermoso” como escribiera, tendenciosamente en uno de sus ensayos, Immanuel Kant en detrimento de la africanidad. Precisamente esta especie supremacista fue desmentida, con hechos, por un joven capitán del ejército burkinés, quién apenas llegado al poder, por la vía de un golpe de Estado en 1983, impulsó toda clase de medidas de corte humanista y socialista: el Presidente Thomas Sankara. Su proyecto político, la Revolución Popular Democrática (RPD) supuso un radical cambio de paradigma en relación con el status quo de los países africanos; muchos de los cuales, a pesar de su aparente independencia de las potencias europeas, seguían en realidad respondiendo a los intereses de sus antiguas metrópolis.
El nuevo gobierno burkinés se declaró abiertamente anti-imperialista y socialista y sus acciones así lo demostraron: la prioridad fue la lucha por la independencia económica y la soberanía alimentaria. Esta última representaba una debilidad estructural que amenazaba la sostenibilidad de cualquier cambio profundo a largo plazo. Así, señalaba Sankara: “¿Quieres ver dónde está el imperialismo? Mira en tu plato…la carne, el arroz y las papas, provienen de Europa. Eso es imperialismo. Quien te alimenta, impone su voluntad sobre ti. Tenemos la capacidad para producir todo el alimento que necesitamos…podemos hacerlo”
Esta y otras posiciones lapidarias, tanto en su política interior como exterior, pusieron en evidencia un claro deslinde con Occidente. Consecuentemente, su asociación con el bloque soviético y la expresa simpatía por Fidel Castro, minarían las bases de su gobierno; por cuanto la fuerte influencia francesa seguía haciéndose sentir en la región; especialmente a través de la vecina Costa de Marfil, en manos del régimen de Félix Houphouët-Boigny, el cual resultó clave en la posterior desestabilización de Burkina Faso y frustración del proceso revolucionario.
La coherencia entre el discurso y la acción es lo que se conoce comúnmente como integridad; ausencia de dualidad. De allí que a un individuo íntegro se le suela llamar “persona de una pieza”. Si hay algún contexto en el cual la integridad represente una verdadera rareza es la política. ¿Cuántos líderes políticos, estadistas o gobernantes pueden, efectivamente, representar ejemplos de hombres o mujeres “de una pieza”? En el selecto grupo de nombres que pudieran mencionarse como respuesta, resalta de manera singular el del Capitán Thomas Sankara. Burkina Faso vio nacer a este gigante y, tal como señalara el teórico Antonio De Figueiredo: “El mundo aún no ha podido recuperarse de su pérdida”
Nacido Thomas Isidoro Noil Sankara, en una familia Silmi - Mossi en el norte de la ciudad de Yako, en la entonces Alto Volta, el 21 de diciembre de 1949, manifestó, desde muy temprano, su voluntad de seguir la carrera militar; muy en contra de los deseos de sus padres, quienes deseaban que se ordenase como sacerdote católico. En 1970, a la edad de 20 años, Sankara fue enviado a Madagascar, a formarse como oficial, donde fue testigo de un levantamiento popular de estudiantes y trabajadores que logró derrocar al gobierno de ese país. Antes de regresar a su tierra natal, en 1972, asistió a una academia de paracaidistas, en Francia, donde la exposición a las ideologías políticas de izquierda comenzó a moldear su pensamiento.
En 1974, ganó mucha notoriedad por su heroica actuación en la guerra fronteriza con Malí, pero años más tarde, públicamente renunciaría a la guerra como medio para resolver las diferencias; calificándola de "inútil e injusta "; posición particularmente interesante tratándose de un militar. En 1976, asumió el mando del nuevo Centro Nacional de Capacitación para Comandos en la localidad de Po. A principios de 1980, el país estaba siendo sacudido por una serie de huelgas sindicales y golpes militares. La reputación y liderazgo de Sankara le allanaron el camino hacia la política, pero su integridad personal lo puso en desacuerdo con los dirigentes de los sucesivos gobiernos militares que llegaron al poder.
En 1980 fue seleccionado para una cita de gobierno por el jefe del Estado Mayor coronel Saye Zerbo, quién se hizo con el control del país tras un golpe militar en noviembre de ese año y formó un nuevo gobierno, el Comité Militar para la Mejora de Progreso Nacional (CMMPN). Sankara se rehusó a unirse a la CMMPN, sin embargo, ocupó temporalmente un puesto en el gobierno de Zerbo; al que renunció poco después. Ello le supuso un arresto en 1982 junto a su amigos y compañeros de armas Blaise Compaoré y Henri Zongo.
El cada vez más represivo CMMPN fue retirado poco después del poder por otro golpe de Estado que llevó a la formación del Consejo para la Salvación del Pueblo (CSP) encabezado por Jean Baptiste Ouedraogo. A principios de 1983, Sankara fue seleccionado como el primer ministro por el CSP lo que le proporcionó una entrada en la política internacional y la oportunidad de reunirse con los líderes del Movimiento de Países No Alineados de la talla de Fidel Castro (Cuba), Samora Machel (Mozambique) y Maurice Bishop (Granada). En un golpe interno, Sankara fue removido como primer ministro y encarcelado una vez más. En respuesta a las manifestaciones masivas exigiendo su liberación, el CSP optó por colocarlo bajo arresto domiciliario en la capital Ouagadougou. El 04 de agosto 1983, Compaoré y otros 250 soldados, liberaron al prisionero, derrocaron al CSP y formaron el Consejo Nacional de la Revolución (CNR) con Sankara como su presidente. Esta insurrección, pasó a conocerse como la Revolución de Agosto.
Reflexionando al respecto, el entonces Presidente Sankara señalaría: “Se trata de una revolución democrática y popular. Sus principales tareas son liquidar la dominación y la explotación imperialista y limpiar el campo de todos los obstáculos sociales, económicos y culturales que lo mantienen en un estado de atraso…de aquí brota su carácter democrático". El nuevo gobierno se centró, inicialmente, en la aplicación de la filosofía de la revolución a la transformación del ejército nacional, la mejora de las políticas relativas a la mujer y el desarrollo económico.
Los cambios impulsados fueron tanto de forma como de fondo. El nombre del país dejaría de ser Alto Volta para llamarse Burkina Faso (tierra de los hombres dignos), la bandera, el escudo de armas y hasta el himno nacional fueron creación del presidente Sankara, en un esfuerzo por reencontrar al país con su identidad africana originaria y desvincularlo de los códigos europeos.
A la llegada del nuevo gobierno, Burkina Faso tenía una tasa de analfabetismo de más del 90 % (la más alta del mundo), una mortalidad infantil de 280 muertes por cada 1.000 nacimientos, una infraestructura inadecuada para proporcionar los servicios sociales básicos, un médico por cada 50.000 personas y un ingreso anual promedio de $ 150 por persona .Un año después del ascenso de Sankara, el país se convirtió en el primer Estado africano en emprender una vacunación masiva en contra del sarampión; millones de niños, incluso de países vecinos, fueron vacunados contra varias enfermedades infecciosas. Las tasas de mortalidad infantil se redujeron a 145 muertes por cada 1.000 en menos de dos años. En un esfuerzo por frenar el avance del desierto del Sahara, Sankara puso en marcha un programa de reforestación que logró plantar 10 millones de árboles en su primer año. La asistencia escolar aumentó del 12% al 22% en sólo dos años, gracias a la ejecución de políticas de acción afirmativa para la población más necesitada; esencialmente la mayoría.
Una campaña para la restauración de la dignidad y el reconocimiento del papel social del rol de la mujer se puso en marcha con el fin de lograr la liberación del yugo patriarcal; apuntando a una dinámica más justa y equilibrada entre los géneros. Durante la presidencia de Sankara, Burkina Faso llegó a ser el primer país de África en reivindicar los derechos de la mujer con disposiciones de hecho y de derecho. Como en ningún otro país del continente, se observaban capitanas al frente de tropas, maestras, juezas y en general, la dignificación en diversas áreas de la sociedad. El famoso “Día de Solidaridad con las Amas de Casa” representó un hito que impactó la moral de los burkineses. Se trataba de una ocasión en la que los hombres se veían obligados a ir al mercado y asumir la responsabilidad de las tareas domésticas en un esfuerzo por sensibilizar al género masculino en relación con la importancia de las importantes tareas domésticas llevadas a cabo por las damas.
En una muestra de coherencia con su discurso de humildad, sobriedad y austeridad, se negó a permitir que su retrato fuese desplegado por todo el país, con el fin de evitar un culto a la personalidad en torno a él. Poco después de su llegada al poder, vendió la flota de Mercedes - Benz del gobierno y la sustituyó por la más asequible Renault 5. Igualmente, se negó a utilizar el aire acondicionado en su despacho con el argumento de que tales lujos estaban sólo al alcance de unos pocos burkineses. Al mismo tiempo, suprimió los beneficios de vuelos en primera clase para los altos funcionarios señalando que: “Cuando el avión despega, todos despegamos, ya sea que estemos en clase económica o no. Y cuando el avión aterriza, todos aterrizamos también”
La serie de cambios estructurales introducidos por Sankara, también trajo consigo errores y excesos por parte de su administración que fueron capitalizados por sus enemigos dentro y fuera del país; entre ellos: la falta de criterios técnicos y operativos en la conformación de los Comités de Defensa de la Revolución (CDR) que, aunque, teóricamente, fueron concebidos a imagen y semejanza de sus homónimos cubanos, en la práctica, se trataba de grupos de choque sin el debido entrenamiento militar y formación política; lo que redundó en una serie de abusos en contra de los ciudadanos que terminaron fortaleciendo a las fuerzas de la oposición. Probablemente motivado por estos acontecimientos, Sankara acuñase la célebre frase: “Un militar sin formación político-ideológica es un criminal en potencia”.
Otro elemento de peso que potenció el fin de la Revolución Popular Democrática fue el mal manejo político de la huelga general de educadores. Ante lo que, ciertamente, representaba un chantaje político en forma de exigencia reivindicativa por parte del gremio de docentes burkinés, la incapacidad política de Sankara para negociar lo llevó a cometer otro exceso: el despido a todos los maestros y maestras de las escuelas y su reemplazó por jóvenes estudiantes sin la formación o la capacidad para semejante empresa. Ello sería aprovechado por las fuerzas contrarias al gobierno para presionar por la salida del presidente.
En una muestra de la ironía de la historia, el mismo hombre que llevó al poder al Capitán Sankara en 1983, sería el mismo que lo depondría en 1987, en una confabulación que involucraba a Francia y Costa de Marfil: su amigo y compañero de armas el Capitán Blaissé Compaoré, cuyas acciones conspirativas fueron desatendidas por el presidente, muy a pesar de las advertencias de soldados leales como Bukari Campore; quién denunció los planes de Compaoré ante Sankara, sin que este tuviese la voluntad de tomar acciones preventivas.
Así las cosas, la Revolución Popular Democrática, murió junto con su creador el 15 de octubre de 1987. Se dice que el cuerpo de Sankara fue desmembrado y sus restos esparcidos, a manera de escarmiento, como era la costumbre de las potencias imperialistas ante cualquier líder o lideresa progresista que osara desafiarlas.
Al cumplirse, hoy 15 de octubre, 30 años de su cruel asesinato, recordamos al gran Thomas Sankara como el epítome del verdadero revolucionario cuyo discurso y praxis iban siempre de la mano en una muestra de integridad rara vez observada en un líder comunista.