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SHARPEVILLE, RACISMO Y UN MUNDO MEJOR





“En Venezuela no hay Racismo”, “Aquí todos son bienvenidos”, “Nosotros no somos como los estadounidenses, quienes si tienen diferencias marcadas”, “Yo no soy racista; mi abuela era negra” etc…; afirmaciones comunes en la boca del venezolano promedio, que de manera exculpatoria, evade la responsabilidad tras proferir algún chiste o comentario de carácter racial. “¿Y tu abuela?” Sería propicio preguntar ante tales declaraciones, al mejor estilo de crítica social sobre la discriminación que plantea Rubén Blades en su tema musical del mismo nombre.


Más allá de la ambigüedad sugerida por las premisas en cuestión, la verdad sea dicha: el Racismo en Venezuela no es grotesco ni explícito. No padecemos, contemporáneamente, el Apartheid que sufrió la sociedad surafricana y que, precisamente, el día 21 de marzo de 1960, produjo la Masacre de Sharpeville; episodio en el cual una manifestación pacífica, en contra de la legislación que restringía el libre tránsito de la población originaria, fue salvajemente reprimida por los órganos de seguridad, del Estado colonial de entonces con un saldo de 69 muertos y 180 heridos y cuya conmemoración ha devenido en el Día Mundial de la Eliminación de la Discriminación Racial; tal como lo proclamase la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en octubre de 1966.


Ese tipo de segregación no lo padecemos pero… ¿efectivamente estamos exentos, en Venezuela, del Racismo y la discriminación? Sencillamente no. Nuestra sociedad venezolana aún se maneja a través de los códigos coloniales de la dominación que son precisamente: el Racismo, el Machismo, la Homofobia y la Xenofobia. Las evidencias de ello son tan prolíficas como tristes; desde las más obvias (prohibición de acceso a afrodescendientes a ciertos establecimientos nocturnos) hasta las más subrepticias (invisibilización étnica en los medios de comunicación).


Aun cuando el Estado venezolano ha impulsado la aprobación de instrumentos jurídicos y la creación de instancias oficiales como la Ley Orgánica Contra la Discriminación Racial (L.O.C.D.R.A.) y el Instituto Nacional Contra la Discriminación Racial (INCODIR) y, ciertamente, estando lejos de la realidad surafricana de mediados del siglo XX, sigue persistiendo el Racismo; siguen primando la colonización en el lenguaje; las actitudes intolerantes y el canon de belleza eurocéntrico que perpetúan la discriminación por la vía de la exclusión.


De manera que, la lucha por un cambio real trasciende lo meramente institucional. Se trata de la promoción y construcción de un modelo de sociedad alternativo; necesariamente distinto al heredado de la colonia en el cual la igualdad ante la ley y las oportunidades no sean letras muertas sino requisitos sine qua non para la sustentabilidad del sistema político-social. Así como el Capitalismo requiere del Racismo para su funcionamiento; el nuevo modelo ha de estar supeditado a la igualdad social para su supervivencia. A ese modelo apuntamos, sin ingenuidad alguna; sin romanticismo trasnochado: una Venezuela sin prejuicios es objetiva y pragmáticamente posible.


Las condiciones para un cambio social que permita la eliminación del Racismo y la discriminación están dadas como nunca antes en nuestra historia: las tecnologías de la comunicación e información (TIC´s) hacen posible la masificación de los mensajes y contenidos en formas que sólo eran posible a través de películas de ciencia ficción.


La conciencia social y la madurez política de la población venezolana abonan el terreno para trascender la opresión del establishment. Estos elementos constituyen una histórica oportunidad de ejercer un liderazgo verdaderamente redentor; uno que nos libere de la esclavitud mental de la cual seguimos siendo víctimas desde hace más de 300 años.


El mensaje en este sentido debe mostrar clara e inequívocamente al Racismo como un instrumento ideologizador de dominación que genera división y por ende debilidad; vulnerabilidad ante los embates del sistema-mundo imperante.

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