SER MUJER Y SER AFRO
“La mujer afrodescendiente se encuentra a merced de todos y de todas, en un primer lugar a merced del hombre por su sola condición de tal, ya sea del hombre blanco, negro o indígena; en segundo lugar oprimida por el componente de clase, sojuzgada por el hombre y la mujer capitalista, pero también por el hombre blanco proletario, los cuales operan a través del sexismo patriarcal y el clasismo” Dra. Esther Pineda Día de la mujer afrodescendiente https://estherpinedag.wordpress.com/2012/07/25/dia-de-la-mujer-afrodescendiente
La experiencia ha demostrado como la premisa de la igualdad, harto promovida como un valor del mundo liberal occidental, no resiste el menor análisis. No sólo es falaz, en lo concerniente a los derechos de los individuos (obviamente ciertos grupos gozan de beneficios que históricamente les han sido negados a otros) sino que pasa por alto cómo, dentro de los mismos grupos vulnerables, se dan diferencias estructurales que agravan la situación de otros conjuntos.
De esta manera, en el contexto afrolatino, la mujer enfrenta una situación mucho más compleja que la del hombre, dada la prevalencia del machismo y las estructuras sociales patriarcales heredadas de la cosmovisión eurocéntrica por la vía del coloniaje. Por ello, pesan sobre la mujer afro las tres formas clásicas o universales de discriminación agravada en razón de: 1)El género, 2) La etnia y 3) La clase social; amén de otras manifestaciones conexas de intolerancia, mucho más específicas, vinculadas a la orientación sexual, el aspectismo o la filiación religiosa.
Las iniciativas feministas, a nivel global, tanto desde la perspectiva de los movimientos de base como de los Estados, han desconocido gravemente la dimensión étnica necesaria en las reivindicaciones sociales; aplicando una fórmula de tabula rasa que pretende medir a todas las mujeres según el mismo estándar; sin reconocer que la etnicidad es una variable íntimamente relacionada con la condición socio-cultural; hecho validado científicamente por el Dr. Jun Ishibashi (Catedrático de la Universidad de Tokio): “Mientras más oscuro el color de piel; mayor la pobreza”[1]. De ahí que resulte, cuando menos, injusto pretender abordar las necesidades y realidades de la mujer afro e indígena partiendo de las mismas variables que aplican a la mujer blanca; cuya lucha ha sido esencialmente distinta, e históricamente insolidaria, en razón de la misma naturaleza supremacista inherente al racismo como expresión más notoria del arquetipo de sociedad liberal occidental.
Hoy, 8 de marzo, al celebrarse otro Día Internacional de la Mujer, el justo balance anual sobre logros y fracasos, en la lucha por la igualdad, debe trascender las grandes conquistas de las féminas en el Congreso de Bolivia, dónde son mayoría, así como las terribles cifras de femicidio en Venezuela, que reflejan la inoperancia de modernos instrumentos jurídicos, para abarcar una perspectiva mucho más amplia y, cada año, obviada por los tomadores de decisiones y ejecutores de las políticas públicas: las mujeres afros e indígenas siguen, como en la época colonial, llevando la peor parte y el desconocimiento de esta realidad va en detrimento de todas las mujeres en su conjunto.
[1] ISHIBASHI, Jun. Hacia una apertura del debate sobre el racismo en Venezuela: exclusión e inclusión estereotipada de personas ‘negras’ en los medios de comunicación. En: Daniel Mato (coord.): Políticas de identidades y diferencias sociales en tiempos de globalización. Venezuela -Caracas: Ediciones FACES – Universidad Central de Venezuela. 2003.