AFROVENEZOLANOS A LA LUZ DE LA REVOLUCIÓN BOLIVARIANA
A finales del siglo XX, más de 400 años de exclusión social racializada en Venezuela (incluso antes de la era republicana) habían allanado el camino para que un liderazgo populista tomara el poder político, capitalizando el descontento social y la frustración histórica de la población a través de promesas de igualdad. Las palabras de Hugo Chávez resonaron en los oídos y en los corazones de los afrovenezolanos, grupo demográfico responsable de sus triunfos políticos iniciales.
La misma condición de petro-estado de la cual gozaba el país suramericano la hizo percibir un enorme caudal de recursos producto del aumento del precio del petróleo en los mercados internacionales. Esto hizo posible crear una ilusión de riqueza y prosperidad, mediante una gigantesca expansión del gasto público, con todo tipo de subsidios y programas sociales imaginables.
Pero el hecho es que el crecimiento aparente no se basaba en una economía productiva real, sino más bien en una dependencia extrema del ingreso petrolero que, incluso hoy en día, supera el 98% de las exportaciones totales. La eventual caída de los precios internacionales del petróleo, la destrucción sistemática del insignificante sector privado en Venezuela (a través de expropiaciones a gran escala), la corrupción obscena de la élite política y la muerte repentina del propio presidente Chávez, crearon la peor crisis humanitaria que el hemisferio haya visto jamás, con un número creciente de venezolanos huyendo de su país que, hasta ahora, alcanza los 5 millones de personas, según cifras de Consultores 21.
Las consecuencias del colapso de la economía a menudo nublan la visión de lo que está sucediendo en otros escenarios igualmente importantes. Los afrovenezolanos representamos el 54% de la población total venezolana, de acuerdo con el último censo nacional (2011). A pesar de esta demografía, en la práctica, la Revolución Bolivariana no mostró voluntad alguna de cambiar el status quo, ya que el segmento en cuestión sigue estando sub-representado en el proceso de toma de decisiones y severamente limitado en su participación política, a pesar de la narrativa inclusiva del gobierno y el control total de las instituciones durante casi dos décadas.
La pirámide social-racial en Venezuela sigue siendo prácticamente la misma después de 19 años de revolución socialista. La investigadora venezolana Ligia Montañez señala, en su obra El racismo oculto en una sociedad no racista (1993), que el endorracismo es la variante más persistente de racismo en Venezuela y, durante siglos, ha sido introyectado en la conciencia colectiva de nuestro país, llegando al extremo de la feroz negación de nuestra herencia africana como práctica universal.
En resumen, el criollo promedio rechaza ser identificado como negro/afro o incluso ser percibido como descendiente de uno. Tal herencia es estigmatizada como algo indeseable. Por lo tanto, es muy común que la mayoría de los venezolanos blanqueen sus orígenes llamándose a sí mismos “morenos” o reivindicando su ascendencia europea.
Esta percepción negativa de nuestra africanidad está directamente relacionada con el histórico rezago económico, político y social que seguimos padeciendo. Los afrodescendientes hemos estado, desde siempre, en la periferia de la sociedad. Literalmente, nuestras comunidades afro se encuentran alejadas de los centros de poder político y toma de decisiones, en un país extremadamente centralizado donde los bienes, servicios y las oportunidades laborales, cada vez más escasas, se concentran en la ciudad capital (Caracas).
Esto crea una situación en la que la escasez de alimentos, medicinas y todos los posibles suministros imaginables afectan especialmente a los sectores con mayor densidad de población afro, ya que la hiperinflación alcanza proporciones monstruosas en las provincias debido al difícil acceso de los proveedores de insumos básicos.
Prácticamente todos los desafíos que enfrenta el venezolano promedio se vuelven dos o tres veces más difíciles si este es de origen afro y tal pareciera que sólo a las organizaciones no gubernamentales les interesa el tema. Afortunadamente, tal interés convertido en lucha ha logrado pocas pero importantes victorias durante los últimos años:
1. Reconocimiento oficial del Decenio Internacional de las Naciones Unidas para los Afrodescendientes por el Gobierno de Venezuela (2018).
2. Creación del Instituto Nacional Contra la Discriminación Racial (INCODIR) (2013).
3. Creación del Consejo Nacional para el Desarrollo de las Comunidades Afrodescendientes de Venezuela (CONADECAFRO) (2012).
4. Ley Orgánica contra la Discriminación Racial (LOCDRA) (2012).
5. Declaración del día de la Afrovenezolanidad (2005).
Las mismas condiciones históricas de marginación de los afrodescendientes nos siguen victimizando. No importa cuán grande sea el desafío o la crisis que, como sociedad, enfrentemos, los afros siempre podemos estar seguros de que nos va a ir peor que al resto de la población y ello se ha naturalizado durante la historia. Ya va siendo hora de que los afrodescendientes dejemos de asumir como natural el hecho de sufrir las peores condiciones posibles, en relación con otros grupos de la sociedad, sin importar el escenario.
Hagamos que el RECONOCIMIENTO, LA JUSTICIA y el DESARROLLO (ejes del Decenio Internacional Afrodescendiente de la ONU) se conviertan en acciones reales y no meras consignas políticas. Los afrovenezolanos necesitamos, como nunca, el apoyo de la comunidad internacional. Tomando las siguientes acciones, desde el ámbito gubernamental, empresarial y desde la sociedad, civil puedes ayudarnos a paliar la histórica crisis que nos afecta:
1. Exigir al gobierno venezolano que reconozca oficialmente la existencia de una crisis humanitaria y se comprometa a aceptar alimentos y medicinas, para la población, ofrecidos por la comunidad internacional.
2. Crear conciencia sobre cómo la crisis afecta particularmente a las personas de ascendencia africana (especialmente mujeres y niñas).
3. Exigir a la Oficina del Alto Comisionado de Derechos Humanos para las Naciones Unidas (ACDHNU), la UNICEF y otras agencias de la ONU, la aplicación de un enfoque diferenciado para la asistencia a las comunidades afrodescendientes de Venezuela, ya que estas experimentan la crisis de una manera mucho más severa, dada su histórica marginación social, económica y geográfica.
4. Promover el apoyo y la tolerancia de otros gobiernos a la recepción y asistencia de inmigrantes venezolanos, refugiados y personas perseguidas políticamente; evitando su repatriación forzosa, en tanto esta constituiría una potencial amenaza a sus derechos fundamentales.